Siguiendo con la saga de personajes de la oficina quisiera hoy hablar de Chucky.

Chucky es un chico majo, un verdadero relaciones públicas: agradable, sonriente, dispuesto a echar una mano.
En las reuniones dice la palabra amable, descubre el punto de vista favorable, ríe las gracias de sus superiores, encuentra sentido a las tonterías más evidentes, maneja los ejemplos y símiles del management y no le falta de nada.
Ya se habrán dado cuenta que nunca dice un no y tampoco pone un pero. Es por esto por lo que sus superiores le adoran y dicen en voz alta que es la parte positiva del grupo (nunca he verificado si funciona con superiores inteligentes pero si lo hace con la media).

«Pero este muñeco de aspecto inocente contiene el alma de un espíritu maligno que le obliga a ser malo. Repleto de decisiones especiales y asombrosos tejemanejes que te parará el corazón, Chucky te llenará de terror.»

Tiene dos motivaciones: la amenaza y la rentabilidad.
En el primer caso, si te siente como amenaza pasa a la acción del tejemaneje (no pierde ocasión). A la vez expresará su sorpresa y pesar sobre cómo a su victima le están yendo mal las cosas, o porque sus superiores no confían en ella.
En el segundo caso, toda acción que suponga una cierta relevancia o muestra del poder que ostenta será satisfecha.

Uno de los efectos especiales, que no deben perderse, es el momento en el que su alma realiza un viaje astral y se ve su cuerpo como algo ajeno y se pregunta  ¿acaso tengo que decidir y marcar estrategias?.

Rápidamente la contestación llega: Soy el muñeco más genial.
Soy encantador: si te puede ayudar no dudes en contar con Chucky
Soy el relativista: la verdad, la ética y la razón es lo que en ese momento es bueno para Chucky.

El mimo y el amor redimirá a Chucky.

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